En la mesa y la cocina las prisas nunca son buenas
Sabemos que el éxito de cualquier cocina pasa por la calidad de producto. Así como el respeto, la entrega e ilusión de un equipo humano por el buen hacer.
Nací y viví mi juventud en ondárroa (Bizkaia), puerto pesquero donde los haya.
Mis hermanos, mi padre, mi padrino, todos marineros menos yo.
Por aquel entonces, mientras MI PADRE era COCINERO en alta mar, MI MADRE tenia una pensión, por allí pasaron cientos de marineros, creo que pasarían del millar. Y allí en esa pequeña cocina donde mi madre hacia sus grandiosas sopas de pescado empezó mi admiración por este oficio, en el que siempre quise estar y nunca creí llegar, hasta que lo conseguí con El Karmelet.
Heredo el máximo respeto al MAR CANTÁBRICO, a su fauna marina, a sus temporales y oleajes, a su brisa y su olor a mar.
De la misma forma que yo era el único de la familia que no trabajaba en el mar, mi padre era el único que decidió no ser GANADERO.
Mis veranos eran para el GANADO de mi familia paterna. Allí me enviaba mi madre con mis primos. El recuerdo del interior también me abriga en los recuerdos de niñez. Ojebar pueblo con no más de 80 habitantes, en cantábrica, montes pasiegos, ríos, establos, vacas que ordeñar, el olor a estiercol, a campos y praderas.
Un corazón dividido en olores, costumbres y sabores que hoy intento trasportar a mi cocina para todos ustedes. Bienvenidos a El Karmelet.
Luis Bollaín.